Hace años que trabajo, como consultor , para el sector
salud. Mi experiencia es que, tanto en la iniciativa privada como en la
pública, los médicos realizan una labor muy comprometida con el paciente, una
labor en la que su actuación es siempre importantísima y llena de
responsabilidad.
Me encuentro en estos últimos tiempos con la aparición de
muchas franquicias en este sector, que le dan una visión “mercantilista” a la
salud. Han saltado una peligrosa frontera en la que el valor del servicio, es el
del material que se utiliza para atender al paciente, en ningún caso se le da
valor a la intervención del médico, del especialista que le atiende, cuando es
el que realmente es importante en la ejecución de esa atención médica.
Me quiero referir, por ejemplo, a las actuaciones en
clínicas odontológicas, en las que se da valor al coste de un implante, por
ejemplo, sin reparar en la importancia de la “mano del odontólogo” que abre la
mandíbula para la realización del implante. Ese “mercantilismo” anula el valor
y el prestigio de los grandes profesionales que hay detrás, eso es lo que yo
reclamo hoy.
Con esta actitud podemos llegar a provocar que la mayoría de
servicios privados de la salud terminen como las ópticas, en las que el trabajo
del optometrista nunca está valorado, está valorada la gafa y el cristal, pero
la verdadera aportación de valor está en el conocimiento del optometrista, que es capaz de
trabajar con un “cliente-paciente” cuarenta minutos y que no pasa ninguna
factura por ello. Esto lo demuestra el que dentro de una misma franquicia, con los mismos materiales, la finalización de una gafa puede ser totalmente distinta, dependiendo del profesional que te haya atendido.
Los profesionales del sector salud, que encuentran en este
tipo de negocio su modo de vida, deberían reflexionar sobre la pérdida de valor
de la figura del médico o profesional de la salud experto, que proponen al mercado.
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