Con la perspectiva de los años, uno es consciente de que la
moderación y el equilibrio en el comportamiento nos ofrece la posibilidad de
controlar más las situaciones. El primer impulso es, casi siempre, la peor de
la decisiones.
En mi experiencia como consultor, son muchos los casos en
los que he tenido que trabajar con los Directivos de las empresas, esta actitud
o virtud, LA TEMPLANZA y de la que, entre otras, encontré esta definición:
Del latín temperantia,
la templanza
está relacionada con la sobriedad
o moderación de carácter.
Una persona con
templanza reacciona de manera equilibrada ya que goza de un considerable
control sobre sus emociones y es capaz de dominar sus impulsos.
En castellano encontraríamos muchos sinónimos y expresiones que podrían asimilarse a la TEMPLANZA, pero a mí me gusta este término.
En castellano encontraríamos muchos sinónimos y expresiones que podrían asimilarse a la TEMPLANZA, pero a mí me gusta este término.
Además de gustarme el término, admiro a aquellos Directivos que
lo ponen en práctica todos los días. Se nota en sus empresas, en sus equipos, en
las personas que los rodean, se nota en sus clientes y se nota en sus
proveedores y colaboradores también.
La TEMPLAZA se hace acompañar de la razón, del sentido
común, del estudio y del análisis. Es, por lo tanto, una característica que
debiera ser fundamental en cualquier persona con responsabilidad en la empresa.
La ausencia de TEMPLANZA nos lleva a la vida en
"crisis" de manera permanente, a generar soluciones que, en muchos
casos, son peor que el problema.
¿Se puede cultivar la TEMPLANZA? Pues sí, rotúndamente sí,
se puede cultivar, podemos crecer en ella. Hay que hacer un profundo propósito
de control de las emociones, saber que cuanto más URGENTE es lo que hay que
solucionar, más importante es estudiarlo con serenidad, analizar, obtener
datos, elaborar un plan de trabajo, manejar los tiempos, etc.
La TEMPLAZA requiere ser impermeable a las emociones
negativas, que son las que más nos producen reacciones rápidas y poco
evaluadas.
Os dejo un "cuento" que muchas veces explico en
mis reuniones con Directivos:
EL ANILLO DE LA TEMPLANZA
"En un hermoso reino, de principales riquezas y grande
territorio y población, su rey se consideraba víctima de un mal al que ningún
sabio ponía remedio.
Dicho mal consistía en que cuando algún suceso en el reino
era una alegría para el rey y la corte, las emociones del monarca lo
desbordaban y entregaba bienes y firmaba propiedades de las tierras, sin límite
alguno, dejando a veces, en precaria situación su reino. En otro casos, cuando
era conocedor de una mala noticia, su ira lo embargaba y mandaba ajusticiar a
responsables y a inocentes, dejando una estela de odio y rencor allá donde
pusiera su mirada.
Pasada cualquiera de las situaciones anteriores, el rey era
consciente del mal hecho, tanto en la bonanza, como en la crisis, así buscaba,
sin encontrarlo, el remedio a este comportamiento.
Llegó al lugar un sabio nuevo, que se hizo de fama por su ayuda
al pueblo y cortesanos. Así decidieron un día presentarlo al rey los más
cercanos a éste.
El rey lo recibió en la mayor de las confidencias para no
alertar a su pueblo y le detalló las circunstancias vividas, de tal forma que
el rostro del sabio, iba formando distintas caras de sorpresa según oía el
relato de decisiones tomadas por el monarca, a lo largo de los años.
Quiso el rey saber si aquello tenía solución, pero el sabio
no quiso precipitarse y emplazó la entrega de una solución al periodo de un par
de semanas, con una sola condición, que el rey no tomara una decisión sobre
ninguna cosa de palacio, en el plazo de quince días.
Admitida la condición por parte del rey, el sabio partió
para preparar su solución, algo que le costaría tiempo, análisis, estudio y,
por qué no, cierta capacidad creativa.
Transcurridas las dos semanas, el sabio llegó a palacio y
fue recibido por el rey. Ante la atenta mirada del monarca, el sabio sacó una
cajita que no abrió y dispuso encima de una pequeña mesa que había en la sala.
La primera pregunta del sabio fue si el rey había sido capaz
de no tomar ninguna decisión durante las dos semanas, que era su compromiso
para recibir ayuda del sabio. A esta pregunta el rey respondió que sí, que
tenía asuntos retenidos en su mesa, pendientes de que pasara este plazo de
quince días impuesto por el sabio.
El sabio le explicó que la primera parte de la solución ya
estaba en marcha, había sido mostrarle que las cosas pueden esperar cuando hay
un motivo tan importante como lo que se ha de resolver, en la mayor parte de
las decisiones, estudiar sus consecuencias es un motivo para esperar, tan
importante como el de tomar una decisión.
Después el sabio se dirigió a su cajita, la abrió y entregó
al rey un anillo que había dentro. El rey inmediatamente se lo puso, pensando
que tenía efectos mágicos, pero no sintió nada especial con su "dedo
anillado", así que su rostro expresó el desconcierto lógico y rogó al
sabio que le diera una explicación si es que la había.
El sabio tomó la palabra y le dijo: "el anillo no
contiene ningún encanto especial, el anillo es para que lo utilicéis cada vez
que la crisis o la euforia os embarguen, entonces, sólo entonces, debéis
sacarlo de vuestro dedo y leer la inscripción que hay en su interior".
El rey sacó el anillo y leyo: "ESTO TAMBIÉN
PASARÁ".
Fue así como el rey consiguió reconducir sus emociones cada
vez que sucedía algo inesperado, bueno o malo, en su reino. Así el tiempo dió
fama al monarca, de hombre sabio y equilibrado en sus decisiones y nunca más
tuvo que arrepentirse de esas brusquedades con las que había hecho frente a la
vida en épocas anteriores. " F I N
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