El silencio no es valorado en la actualidad como corresponde a una herramienta tan importante, como es.
Con los años, la capacidad reflexiva de las personas tiende a crecer. La habilidad para reflexionar se debe desarrollar fuera de los “ruidos” que obstaculizan a diario una reflexión calmada y “fría”, diría yo.
Cada día deberíamos de buscar unos minutos de silencio para evaluar algunos puntos importantes de nuestra vida más íntima y también del ejercicio de nuestra profesión.
Casi desde dentro, hemos de ir dando respuesta a cuantas “incidencias” nos han sucedido durante el día, hemos de valorar qué está siendo de nuestro negocio, de nuestros objetivos personales, etc.
El silencio también es una buena herramienta para no errar, es preferible no dejarse llevar por el primer impulso, callar e indicar a nuestro interlocutor que más tarde hablaremos de ese asunto. Tras una reflexión, en un momento más frío, ya podremos abordar el problema que nos hayan propuesto.
El silencio ayuda a cambiar una personalidad reactiva, convirtiéndola con este ejercicio en alguien reflexivo. Es un duro trabajo pero a más de uno le vendría bien mejorar en este punto.
Estoy de acuerdo con el autor de la entrada en la necesariedad de recuperar los silencios, en detrimento del parloteo sin ton ni son y del hablar por hablar como por obligación. Creo que hemos de recuperar la instrospección como modelo o guía de meditación trascendental aplicada a cualquier área de nuestras existencias. En definitiva, vivimos instalados en el insano ruido y en el indolente parlanchineo. Silencio...
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