Tuve el privilegio de participar ayer en un encuentro de los alumnos de Banca y Bolsa que terminamos en los años 1978 y 1979. Todos rondando los cincuenta años nos reconocíamos por nuestra manera de sonreir, por nuestros gestos, todavía reconocibles, con alguno los años se han portado mejor y aun conservan una excelente presencia física.
Las relaciones habían ido apagándose a lo largo de los años, de forma que hacía décadas que no nos encontrábamos.
El encuentro era un cúmulo de emociones, cada persona que traspasaba la puerta era una sorpresa nueva.
Los líderes que organizaron el encuentro, los mismos que hacían moverse la clase cuando estudiábamos.
Los más sonrientes, los que siempre habían sido los más chistosos, los más bromistas, etc. nada había cambiado.
Todos tenemos hijos y, en la conversación, nos definíamos como “enamorados” de estas criaturas que nos llevan de cabeza, que son el mayor tesoro logrado en estos años. Todos estábamos enseñando sus fotos, todos orgullosos: “…el mío hace ...”; “… el mío estudia…”; “… la mía es modelo…”
He disfrutado viendo que todos tenemos clara la idea de servicio a la sociedad, cada uno entendiéndola a su modo, pero se veía que todos estamos comprometidos, pude hablar con todos y cada uno dejaba ver su RSP que me gusta decir (Responsabilidad Social Personal).
También palpábamos en el ambiente esa sensación de cariño que la madurez nos otorga, esa sensibilidad de la que no nos avergonzamos cuando llegamos a cierta edad. Somos de una generación que aprendimos a compartir mucho y entregarnos por “causas”.
También hubo momento para demostrar ese orgullo de qué bien lo pasamos y cómo disfrutamos y cómo vivimos la transición. Una de las fotos la hicimos al grito de “No se ve, no se ve, la bandera de UCD”.
Estoy seguro que los que hubieran disfrutado realmente viéndonos, hubieran sido nuestros PROFESORES, que allá donde estén, quizá nos contemplaban. Fueron protagonistas de nuestras conversaciones, ninguno de ellos se llevó insultos, es curioso que hasta el que más nos hizo trabajar, el más duro de todos, era recordado con enorme cariño y terminamos dejando la definición de CONTABILIDAD que nos obligó a aprender de memoria y que todos recordábamos perfectamente, como “sello” del grupo.
Si preguntamos a los “entendidos en Educación” de hoy, las personas que nos reunimos ayer estábamos traumatizadas, éramos fruto de una educación decadente y de unos sistemas que no valen para formar a profesionales ni a personas que el día de mañana han de proveer a la sociedad de recursos. Probablemente porque aquel sistema se basaba en que aprendiéramos conceptos claros y prácticos, en la autoridad del profesor, en la normativa poco prohibitiva pero muy esclarecedora de cómo se debían hacer las cosas, en la generosidad de profesores que venían a trabajar ocho horas diarias, además de quedar hasta los sábados en algunos casos; profesores que nos daban hasta su teléfono de casa para que les llamáramos “… no te importe a la hora que sea…”
Sergio, muy sincero y muy real.Me ha gustado mucho tu reflexión, Besos
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